jueves, 23 de mayo de 2013

HALLAZGOS EN TARTAMUDEZ VERSUS INTERVENCIÓN


Allá por el 2003 me hicieron el encargo de preparar un manual sobre tartamudez. Me puse a ello sin dudarlo y lo tengo terminado desde hace unos años. Mi mentor desgraciadamente falleció antes de publicármelo. Desde entonces este proyecto no ha dejado de crecer pero sí que ha variado en su enfoque.
Cierto es que ninguna de las teorías que allí se recogen han cambiado. Cierto es que desde la noche de los tiempos nada ha cambiado. Las teorías siguen siendo las mismas, la historia de la tartamudez sigue siendo la misma, los precursores del estudio de la tartamudez siguen siendo los mismos. La raíz histórica es la misma.
En los últimos años, sin embargo sí ha cambiado algo: ha aparecido el determinismo fatal de la genética y los hallazgos de la neurofisiología.
¿Por qué los llamo determinismo fatal? Voy a intentar explicarlo con un pequeño rodeo.
Los que nos dedicamos a intentar paliar el problema de la manifestación clínica de la tartamudez, esto es, el habla tartamuda, somos los terapeutas del lenguaje. En cada país somos conocidos de una manera diferente pero somos iguales; personas preparadas para ayudar a nuestros pacientes (para otros serán clientes y para otros, “sujetos”) a paliar su problema de habla.
Los genetistas han encontrado que la tartamudez puede (ojo, puede…) relacionarse con por ejemplo con la mutación de ciertos gen, concretamente del 12 y el 16:
2010 "Investigadores del Instituto Norteamericano de Sordera y otros Trastornos de la Comunicación (NIDCD por sus siglas en inglés) han identificado tres genes como origen de la tartamudez. El estudio, publicado en el New England Journal of Medicine, se realizó en voluntarios de Pakistán, EE UU e Inglaterra.
Durante cientos de años, la causa de la tartamudez ha sido un misterio para los profesionales sanitarios, por no mencionar a las personas afectadas y a sus familiares", afirma James F. Battey Jr., director del NIDCD. "Este es el primer estudio que señala mutaciones genéticas específicas como posible causa de la tartamudez, un trastorno que afecta a tres millones de estadounidenses".
El equipo de Dennis Drayna, genetista del NIDCD y autor principal del estudio, identificó mutaciones en un gen conocido como GNPTAB (que colabora en la codificación de una enzima que ayuda a desdoblar y reciclar componentes celulares) en los miembros de las familias afectadas. Los investigadores observaron que algunos individuos que tartamudeaban poseían la misma mutación genética.
El grupo también identificó otras tres mutaciones en el gen GNPTAB observadas en varios individuos sin parentesco que tartamudeaban, pero no en los controles. El gen GNPTAB codifica su enzima con la ayuda de otro gen denominado GNPTG. Además, una segunda enzima, denominada NAGPA, actúa como el siguiente paso de este proceso.
Debido a la estrecha relación entre los tres genes en este proceso, los genes GNPTG y NAGPA fueron el siguiente lugar lógico donde los investigadores buscaron posibles mutaciones en personas con tartamudez. En efecto, cuando examinaron estos dos genes, observaron mutaciones en personas que tartamudeaban, pero no en los grupos de control.
Otras afecciones 
Los genes GNPTAB y GNPTG ya han sido vinculados con dos graves enfermedades metabólicas conocidas como mucolipidosis (ML) II y III. MLII y MLIII, que forman parte de un grupo de enfermedades denominadas trastornos en el almacenamiento lisosomal debido a que los componentes celulares mal reciclados se acumulan en el lisosoma. Un número elevado de estas sustancias provoca en última instancia problemas en las articulaciones, sistema esquelético, corazón e hígado y otros problemas de salud, así como problemas de desarrollo en el cerebro. También se sabe que provocan problemas con el lenguaje.
Los investigadores estiman que alrededor del 9% de las personas que tartamudean poseen mutaciones en uno de los tres genes. Entre los pasos futuros, se está elaborando un estudio mundial para determinar el porcentaje de personas que llevan una o varias de estas mutaciones. Además, se espera determinar cómo afecta este defecto metabólico a las estructuras del cerebro esenciales para hablar con fluidez.
Nuevas posibilidades de tratamiento 
La tartamudez tiende a heredarse, y hace tiempo que los investigadores sospechan que tiene un componente genético. Gracias a este trabajo, se podrían ampliar nuestras opciones de tratamiento, explica Battey….” (1)
Cierto es que desde entonces no hay nada nuevo. Desde 2010 que se publica este artículo se sigue investigando en esta línea sobretodo por parte del Dr. Drayna el cual tiene, en la prestigiosa The Stuttering Foundation de Estados Unidos, un apartado donde habla precisamente de la parte genética y la tartamudez:
Con respecto a este tema cursé mail al doctor Eduardo Sainz del equipo del Dr. Drayna interesándome sobre el tema y esta es la respuesta que amablemente me devolvió, a través de nuestro compatriota: (Marzo 2013)
Eduardo Sainz
NIDCD-NIH
Dear Mr. Serrano,
Thank you for your letter, and for your involvement with Tartamudez España and the Stuttering Foundation, which are very fine organizations.  Our research is focused on identifying the underlying causes of stuttering.  We are hopeful that understanding the causes of this disorder will be an important step toward improved treatments.  At this time we are looking for volunteers who might wish to participate in our research.  Subjects need to be over the age of 8 with persistent stuttering, and they must have a family history of stuttering.  At this time we are enrolling unrelated individuals, that is, one person from each family.  Please let me know if you think the members of your organization would be interested in participating.
Dennis Drayna

La otra línea de investigación nos lleva al tema de las estructuras cerebrales. Las investigaciones han demostrado que los tartamudos crónicos estudiados presentan alteraciones a nivel de estructuras cerebrales aunque esto ya se vio hace mucho tiempo. Ahora vamos más allá y encontramos que hay estructuras alteradas iguales en pacientes afectados de tartamudez instaurada y crónica. Para los estudiosos de estos temas y, a los que yo llamo deterministas, se ha encontrado la piedra filosofal de la génesis de la tartamudez: Si existen estructuras iguales alteradas en sujetos tartamudos ergo todos los tartamudos tendrán estas estructuras alteradas. Punto y final.
Bien. Hasta aquí el determinismo fatalista.

Pero aparece otra corriente que parece que va a solucionar la anterior que es la estimulación craneal cortical. Se trata de estimular zonas cerebrales que vuelven a retomar funciones que antes estaban perdidas. El máximo exponente de esta técnica es el Dr. Andrés Lozano MD PhD FRCSC FRSC, Dan Family Professor and Chairman of Neurosurgery .University of Toronto. RR Tasker Chair in Functional Neurosurgery
Canada Research Chair in Neuroscience, que pese a todos estos títulos es español afincado en Canadá.
A través de varias comunicaciones de carácter científico se dejaba entrever la posibilidad de utilizar esta técnica para el tratamiento de la tartamudez pero, como siempre, no deja de ser otro brindis al sol tal y como contestó el propio Dr. Lozano a un mail que le mandé el pasado 7 de mayo del presente año y que figura a continuación.
  
Dear Mr Serrano

"…  The area of stuttering is interesting but little work is being done with brain stimulation.  I have no experience in this specific topic but it is one I would study if I had the patients, colleagues and resources”


Así pues los intentos de búsqueda de la filogénesis de la tartamudez, de los hitos que igualan a los tartamudos crónicos, de la genética o de cualquier otro tipo de indagación sigue sin aportar nada nuevo a nuestro campo de trabajo que es, ni más ni menos, la INTERVENCIÓN.

Hace poco discutíamos vía Factbook con un colega del otro lado del Atlántico sobre el enfoque de uno de mis maestro en el tema terapéutico y me decía, de forma acertada, “es que ese enfoque teórico está ya obsoleto”. Cierto. El enfoque teórico puede estar obsoleto pero el enfoque práctico está vigente y eso es lo que me interesa a mí como terapeuta.
Francamente ¿si nosotros estamos trabajando con un niño sin tartamudez instaura qué hacemos, le mandamos las pruebas genéticas y un TAC y si le salen positivas lo dejamos…?
¿Si estamos con un niño de corta edad que empieza a ser consciente del problema hacemos lo mismo?
¿Volveremos a la teoría del déficit?
Además, ¿si no podemos hacer nada, para qué gastar tiempo, esfuerzo y recursos?
Otra pregunta que dejo en el aire:
¿Qué hacemos mientras se realizan esas costosísimas pruebas? Intervenimos o no.
No son trivialidades.
A todas estas cuestiones cabría incluir otra que nosotros conocemos por uso.
¿Cuántos tartamudos mayores de 50 años conocen ustedes que se les note de manera ostensible?
Como en toda disciplina tenemos dos frentes; uno teórico, investigador y otro práctico.
El teórico – investigador va por su lado y alimenta a la base teórica que puede fundamentar posibles nuevas terapias o vías de intervención que se pondrán en funcionamiento por medio de los terapeutas.
Cuando los terapeutas las validen se podrá decir que esa vía de intervención es buena para ese terapeuta con ese paciente. Y nada más.
La grandeza y la miseria de esta patología es precisamente esto.
No existen verdades absolutas.
No existen curas mágicas.
No existen dioses.
En mi humilde opinión solo existe un terapeuta del lenguaje (logopeda u otro) con una amplia experiencia en esta hermosa patología y la necesidad de que el paciente confíe ciegamente en su terapeuta.
Esa es la magia. Saber hacer + confianza + tiempo suficiente = Objetivo Cumplido.

Manuel Serrano Funes
Logopeda 46258
Valencia – España.
Correspondencia: msfvlc@gmail.com















Dennis Drayna, Ph.D., section chief, National Institute on Deafness and Other Communication Disorders, Bethesda, Md.; Robert Marion, M.D., chief, genetics and development medicine, and director, Center for Congenital Disorders, Children's Hospital at Montefiore Medical Center, New York City, and author Genetic Rounds: A Doctor's Encounters in the Field That Revolutionized Medicine; Feb. 10, 2010, New England Journal of Medicine, online

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